martes, 8 de enero de 2013

Tenemos "pobreza energetica", no lo sabemos... (I)

Tratando las noticias que habiamos tenido este verano, aunque ahora tenemos otros problemas en nuestras casas:

En casa bajo el sol 
Calor y crisis. Las dificultades económicas para mantener las viviendas refrigeradas no genera más demanda de ayuda sanitaria o social. Aparentemente En la última canícula emergencias sociales atendió en Barcelona a cien personas Hay familias que no tienen dinero para que su casa esté a una temperatura óptima.

Tampoco hay ningún indicio de cómo afecta el calor a las familias que viven en habitaciones en pisos compartidos. O en viviendas mal acondicionadas por un aislamiento inadecuado.


Al menos en las estadísticas, la precariedad no parece tener ninguna incidencia en la ecuación calor-salud. "Esto puede explicarse porque los propios servicios no relacionan el calor y la falta de medios para combatirla con los casos que atienden", explica Sergio Tirado, un investigador español del Center for Climate Change and Sustainable Energy Policy con sede en la Central European University de Budapest. Tirado es uno de los autores de uno de los pocos informes elaborados sobre la pobreza energética en España publicado en el 2011.

Según sus estimaciones un 10 por ciento de las viviendas españolas, esto es unos tres millones de habitantes, no dispone de recursos para mantener su vivienda temperada, es decir son familias energéticamente pobres. Se trata de una estimación elaborada con datos previos a la crisis. Ahora el problema puede ser más serio: muchos, sino todos los ayuntamientos y numerosas entidades sociales, se han visto obligadas a crear programas específicos para sufragar los costes de familias que no alcanzan a pagar sus facturas de suministros.

La relación entre enfermedades y la falta de recursos materiales para poder atemperar la vivienda no figura en las estadísticas. "Es cierto, no hay una relación de causa y efecto", admite Laura Ferré, responsable del servicio de ayuda domiciliaria de la Cruz Roja, una de las entidades que ha hecho más hincapié en la pobreza energética.

Ferré explica un detalle interesante. Tras la terrorífica canícula del 2003, que provocó numerosas muertes en Europa (sólo en Francia fallecieron 14.800 personas), casi todos los países del continente cambiaron sus protocolos de actuación ante las olas de calor. "El resultado fue que al año siguiente vimos que el número de muertes registradas en verano había disminuido". Aquel episodio dramático puso en evidencia que no se estaban controlando todos los parámetros ni el alcance real de las olas de calor.

Y realmente fue así. Oficialmente el Gobierno español reconoció 141 muertes relacionadas con la ola, pero resulta sorprendente comprobar que el Centro Nacional de Epidemiología fue mucho más lejos en sus estimaciones y calculó que aquel episodio de calor costó 6.500 vidas.

Continuará...
Saludos, Estudio Zero.

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