La certificación energética, ¿solo un gasto más?
Los edificios también consumen. Su gasto
repercute directamente en la factura de luz o la calefacción. Saber
cuánta energía pierde una casa y cómo podemos ‘ponerla a dieta’ será más
fácil con la certificación energética.
¿Pagas
cada mes una barbaridad de electricidad sin estar casi en casa?
¿No te
explicas por qué tu factura de gas es tan alta si los radiadores están
encendidos apenas unas horas?
Es posible que el problema no esté en el
limitado uso que haces de las instalaciones, sino en que tu piso ‘se
come’ la energía. La certificación energética de las viviendas
permite conocer, a través de una metodología de cálculo, lo eficaz que
es un inmueble respecto al consumo de energía.
La etiqueta
energética que valora a los electrodomésticos de la A a la F, con la que
ya estamos más que familiarizados, será el mismo distintivo que tendrán
que tener las viviendas. Según Alberto Coloma, gerente de la fundación
‘La casa que ahorra’, “nos permitirá conocer de un simple vistazo si
estamos ante un edificio sumidero de energía o, por el contrario, hace
un uso inteligente de la misma”.
Aunque se tiene más o menos claro en qué consiste este documento,
este tema todavía plantea una serie de cuestiones relativas a la
obligatoriedad, las sanciones, quién debe emitir estos certificados,
cuánto costarán o si afectará a inmuebles tanto en venta como en
alquiler.
Lo cierto es que la información está realmente
diseminada y no son pocos los que desconocen el recorrido legal de una
norma cuya entrada en vigor todavía está en el aire.
Igualmente, las reacciones que se esperan ante esta medida estarán
divididas: hay quien verá en la certificación un gasto extra incómodo y
otros que lo interpretarán como una oportunidad de invertir en mejoras
que repercutan en el ahorro.
Saludos, Estudio Zero.
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