martes, 2 de julio de 2013

Bombillas LED (III)

Por fin, un cálculo fehaciente del coste energético total de las tecnologías CFL y LED

Si bien hay políticas concretas en la UE, Estados Unidos y el resto del mundo para prohibir o desincentivar en los próximos 5 años el uso de lámparas incandescentes y, de este modo, reducir significativamente las emisiones procedentes del sector de la iluminación, hasta ahora sólo parecía haber una alternativa sólida, preparada para el mercado de masas, a la tecnología incandescente: la lámpara fluorescente, CFL en sus siglas en inglés.

Pese a sus indudables ventajas en duración y ahorro energético, el uso de mercurio presenta problemas, previendo que, tristemente, millones de bombillas CFL, con una media de 4-5 mg de mercurio en su interior, serán desechadas incorrectamente y podrían entrar en contacto con personas y animales por inhalación, contacto o ingestión.

Pese a existir la certeza científica de que una exposición momentánea ante una bombilla CFL rota, mientras es por ejemplo limpiada, introducida en una bolsa y desechada de forma selectiva, no constituye un riesgo para la salud, la expansión mundial de la tecnología aumenta el riesgo, sobre todo en países y entornos socio-económicos donde la aplicación de normativas tendrá menor seguimiento real de la población menos informada.

LED: la tecnología más frugal, eficiente, inocua y flexible

La tecnología LED parece ser la respuesta. Un reciente estudio de la firma alemana Osram, citado por el New York Times, calculaba el coste energético total de las bombillas de bajo consumo CFL y LED, incluyendo su coste de producción y desechado, así como su ciclo vital.

Además de la ventaja de no incorporar mercurio en su interior, las lámparas LED duran 2,5 veces más que la tecnología de bajo consumo más extendida, la CFL, y 25 veces más que las bombillas incandescentes tradicionales, que Europa y Estados Unidos se apresuran en abandonar debido a su poca eficiencia.

Para calcular la energía total empleada por una bombilla durante su ciclo de vida total, se tiene en cuenta el concepto de la energía gris o emergía (del inglés "embodied energy"), metodología que incluye los costes de fabricación, distribución y manipulación al final de su vida útil. Según el citado estudio, en todas las tecnologías de iluminación, sólo el 2% del ciclo de vida energético de una bombilla está relacionado con el coste (o impacto ecológico) de su producción y distribución.

El estudio de Osram tuvo en cuenta la "emergía" de una bombilla con cada una de las 3 tecnologías: la que se abandona por poco eficiente (incandescente); la de bajo consumo con un uso más extendido, pero con la inconveniencia del uso de mercurio y el precio de la unidad (CFL o lámpara fluorescente); y la tecnología de bajo consumo que más promete de cara al futuro, aunque tendrá que reducir su precio una vez la producción en masa haga funcionar las economías de escala (LED, o lámparas con diodos emisores de luz).

Saludos, Zero Consultores.

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